Contrario a lo que muchos piensan, en la filosofía platónica, el ser propio o constitutivo del hombre es el eros. La polis, el logos y el ethos dependen expresamente del eros. En la polis, los hombres se unen entre sí por razones históricas, “eróticas” o “filiales”. Eros es entonces, primordialmente, fundamento de la acción ética y política. En el Banquete o Simposio se va mostrando que el amor tiene un alcance fundamental y universal.
Eros se va configurando en el discurso platónico como factor decisivo, inherente a la propia condición humana que explica la cohesión social. Platón ofrece en el Banquete la clave de una común naturaleza de hombre y del amor. El hecho significativo es que el hombre es y no es al mismo tiempo: es “lleno” y “vacío”, plenitud y carencia, su condición erótica consiste en el deseo de llenar la oquedad de un ser que le falta. Cada hombre es relativo a otro, eros es carencia y deseo (necesidad) del otro, pero el otro no es en esencia “otro” debido a la comunidad ontológica, el otro existe como próximo, afín.
Del amor o eros constitutivo dependen la unión y comunicación interhumana, así como la distancia, la incomunicación y la ruptura o vacío entre los hombres.
El no ser remite forzosamente al ser, y ese ser faltante es el otro ser humano “Cada hombre es el símbolo del hombre”. La condición erótica es la condición simbólica, el complemento del hombre debido a la unidad ontológica de carácter originario. La remisión a un estado míticamente originario completo, hace comprensible la condición actual, definida justamente por una “falta”: la “otra mitad” de una unidad originaria.
Eros, según el mito de Diótima, es “hijo de Poros y Penia”, hijo de la abundancia y la pobreza, del don y la carencia. La carencia y “desposesión” son justamente motoras y principio de búsqueda, eros es a la vez unión y separación.
Eros es la condición móvil, dinámica y temporal del hombre: eros es chronos. La “esencia” del hombre tiene sentido erótico, o sea, dinámico y dialéctico, es conflicto, contradicción interna, acción y movimiento; el movimiento a su vez es signo y símbolo de vida y de ser. Eros es el motor y remite asimismo al telos del hombre la “eudaimonia”, a la prosecución del “Bien” (y la areté) en tanto “Bello” “Bueno” como sentidos de la orientación del eros.
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